martes, 14 de julio de 2015

Aún en el sendero.

Continuando con el presente blog de locos, y siguiendo con el tema de la entrada anterior, me pregunto una y otra vez, ¿porqué le enseñamos a una semilla nueva, sin antecedentes, a veces sin querer (por eso debemos de razonar lo que decimos antes de hablar y/o hacer) todo lo que no debe de saber? Umm es una pregunta larga, lo sé.

Y si hacemos casi todo al revés ¿porqué esperamos que éste no vuelva a repetir comportamientos no adecuados por decirlo de alguna manera?

 …y así comienza una cadena sin fin…

Alguna vez en tu vida has oído o visto esto:


Episodio 1: Es de noche.  Un infante va a su cuarto a dormir.
Episodio 2: En la madrugada tiene la necesidad de ir al baño.
Episodio 3: Decide hacerse en su cama o aguantar porque está oscuro.


¿Pooorqueee?


La respuesta es sencilla: alguien le sembró la idea con ejemplo o palabra que la oscuridad era “mala”  por lo tanto hay que temerle. Y como es un infante, pues su imaginación está al cien por ciento y de su cuenta añade todos los “efectos especiales de terror”  

Es un ejemplo sencillo de todo lo que puede en su cabeza crearse un niño. ¿ Pero porqué tiene que ser para mal?, ¿no podríamos sembrarle ideas distintas?

Y encima de todo lo regañamos por haberse aguantado o hecho en sus ropas.


Ahora imaginemos a todos esas personas que alguna vez fueron niños y que ahora en su estado adulto, aún arrastran ese u otro tipo de creencias…