Aún en el sendero.
Continuando con el presente blog de locos, y siguiendo con el
tema de la entrada anterior, me pregunto una y otra vez, ¿porqué le enseñamos a
una semilla nueva, sin antecedentes, a veces sin querer (por eso debemos de
razonar lo que decimos antes de hablar y/o hacer) todo lo que no debe de
saber? Umm es una pregunta larga, lo sé.
Y si hacemos casi todo al revés ¿porqué esperamos que éste no
vuelva a repetir comportamientos no adecuados por decirlo de alguna manera?
…y así comienza una
cadena sin fin…
Alguna vez en tu vida has oído o visto esto:
Episodio 1: Es de noche. Un infante va a su cuarto a dormir.
Episodio 2: En la madrugada tiene la necesidad de ir al baño.
Episodio 3: Decide hacerse en su cama o aguantar porque está
oscuro.
La respuesta es sencilla: alguien le sembró la idea con
ejemplo o palabra que la oscuridad era “mala”
por lo tanto hay que temerle. Y como es un infante, pues su imaginación
está al cien por ciento y de su cuenta añade todos los “efectos especiales de
terror”
Es un ejemplo sencillo de todo
lo que puede en su cabeza crearse un niño. ¿ Pero porqué tiene que ser para
mal?, ¿no podríamos sembrarle ideas distintas?
Y encima de todo lo regañamos por haberse aguantado o hecho
en sus ropas.
Ahora imaginemos a todos esas personas que alguna vez fueron
niños y que ahora en su estado adulto, aún arrastran ese u otro tipo de creencias…